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A propósito de la Biodiversidad: la COP16 y unas solicitudes de licencia ambiental






Por Albano Cortés Montes


No encuentro un título preciso para denominar este capítulo sobre la “demanda de recursos naturales” que llegó a mis manos y que presentaron los propietarios de la empresa minera Gravas La Colina para explotar una cantera a cielo abierto en límites de La Ceja y La Unión. Podría ser: modernos estilos de exterminio de especies vivas o el cruel espantapájaros del ahuyentar “civilizado” o modos retóricos de “proteger” la biodiversidad por desalojo y exterminio de especies nativas. Así son, por lo general, estos estudios que solicita CORNARE (Corporación Autónoma Regional de las Cuencas de los Ríos Negro y Nare) para estudiar la factibilidad de los permisos.


Lo que en estos estudios se atisba es “normal” para personas “normales” que piensan “normalmente” en los billetes “normales”. Son 189 géneros arbóreos para talar catalogados como “en veda”, pero son endémicos y de particular protección por la misma Cornare, porque necesitan muchos años para crecer y ser lo que son, además de irremplazables en la parte media y alta de la mutilada “ceja” de La Ceja, como le escuché decir recientemente a un ecologista de la región, y como se ve en los mismos planos aportados por los dueños del lote en sus propuestas de plan de compensación.


En el plano tomado del estudio de riesgos de la explotación de la cantera que quieren establecer se ve con mejor detalle la parte de la cadena montañosa y de colinas que pertenecen al DRMI de San Nicolás (en la imagen). Cada que sale un acuerdo de Cornare posterior al año 2015, es desmembrado otro gajo importante para proyectos mineros; ese “copete” aún coronado por las neblinas de la mañana, terminará motilado y, con él, el hábitat de la fauna, la flora, la biótica y el entresijo bajo la superficie que forma cientos y cientos de intercambios entre organismos vivientes que no son mensurables de acuerdo con especialistas en la materia, tal y como puede leerse en un párrafo del libro SER BOSQUES (Jean-Baptiste Vidalou, Erranata Naturae Ediciones, 2020): La Destrucción de las cuentas, pág. 95:


“Resulta interesante ver a los ingenieros forestales y a los economistas lamentarse por no conseguir contabilizar, con toda la facilidad que querrían, el carbono de los bosques. La cantidad de carbono de un árbol en pie no es, en efecto, la misma que la de un árbol talado, ni la de un árbol que esté descomponiéndose en el suelo, ni la misma de un árbol a otro, de una especie a otra, de un bosque a otro, de una época del año a otra. De hecho, ¿cómo calcular una realidad tan multiforme y profusa, y que depende de lugares tan singulares? Un bosque se compone de una imbricación infinita de seres vivos que se mezclan, se entrelazan de tal modo que actuar sobre uno implica de forma obligatoria actuar sobre el conjunto. Las investigaciones más recientes en materia de biología y botánica revelan que los árboles no pueden concebirse como individuos aislados, sino sólo en los vínculos que mantienen tanto entre ellos como con sus espacios de vida, el aire, el agua, la tierra, los animales. Estas investigaciones demuestran, por ejemplo, que un castaño joven de ocho metros de altura posee —si se tienen en cuenta sus hojas por ambos lados, el haz y el envés— una superficie de intercambio aéreo de 340 nm”, que puede llegar hasta 1,25 Ha. en el caso de un árbol de cincuenta metros de altura. Si se consideran ahora las superficies internas de las hojas que permiten los intercambios gaseosos, se llega a una superficie de 37 Ha. Y, en cuanto a las superficies subterráneas de intercambios que incluyen todo el sistema radicular, se abarcan no menos de 162 Ha. Un árbol de cincuenta metros de altura, pues, nos dicen los biólogos, puede contar con 200 Ha. de superficies de intercambios biológicos, y ello sin tener en cuenta los fenómenos químicos, las asociaciones de especies ni los gigantescos filamentos de micelio y la rica vida microbiana del suelo, íntimamente ligados a ese árbol. En este sentido, un botánico como Francis Hallé puede afirmar que es imposible calcular la compensación para la pérdida de un solo árbol. Sabiendo que se cuentan por decenas los árboles que se derriban en obras de deforestación, habría que contemplar la compensación de la destrucción de superficies equivalentes a varias provincias...”


En estos estudios de impacto ambiental, sin embargo, se acentúan los daños a causar en esta área en cinco aspectos: “...alteración de las poblaciones de flora, disminución de coberturas vegetales de bosques y áreas seminaturales, fragmentación de la cobertura vegetal y modificación y fragmentación de hábitats terrestres.” Me pueden responder que no es una novedad, que esto se presenta siempre en todo proyecto desde hace miles de años, pero mi interés está puesto es en este lugar, donde sin rubor se pretende continuar la depredación, o como la denominan con acentuado eufemismo, la “fragmentación de hábitats terrestres”, de los cerros benefactores que nos prestan un enorme servicio sistémico y un valor invaluable que no cabe en las calculadoras de los duchos profesionales que avalan tales criterios. Estas montañas y estos cerros ya han sido brutalmente intervenidos sin control con parcelaciones y expansiones agresivas descomunales. Los frutos de las canteras es para seguir y seguir dándole prioridad al cemento y a la gasolina, en alto porcentaje para satisfacer veleidades extranjeras. Qué barbaridad.


¿Se puede compensar lo incompensable, lo irremplazable, lo inconmensurable?

En los estudios sobre la biomasa a desaparecer (hecha cálculo matemático), se le llama “reserva”, como si fuese un bidón de petróleo lo que acumulan las especies arbóreas, convertidas así en “bonos de carbono” que pueden ser “compensados” mediante actos jurídicos de compra venta con siembras en lugares cercanos. Este “neomercado” es una transacción meramente mercantilista despojada de cualquier viso altruista o ecologista, solo tiene en cuenta el haz de las hojas mediante conteo especulativo y no el envés (partes que tienen funciones de fotosíntesis al absorber CO2 y otros gases de efecto invernadero y expeler oxígeno), ni otras superficies como la interna, una inmensa y apretada red comunicante dentro del suelo que puede abarcar áreas incuantificables para los “expertos”.


En los balances, el precio que aparece es sinceramente ridículo en este tipo de informes, pues se trata de pagar entre amigos el menor valor posible.


No olvidemos que con vistas a estas intervenciones catastróficas para los actuales corredores verdes de montaña que separan geográficamente a La Ceja de La Unión, del Retiro y del Carmen de Viboral, hace años crearon sociedades que se encargan de la mencionada “compensación”, y así es que permiten la tala desenfrenada en unos sitios que no debieran ser licenciados debido a su invaluable “valor ambiental”, para hablar en los términos neoliberales usados por los calculistas del proyecto.


Es cuando se cruzan los intereses de grandes firmas arquitectónicas y urbanizadoras ávidas del expansionismo urbano otorgado a manos generosas por los manipuladores de los PBOT, con los de las oficinas que adjudican concesiones mineras en las gobernaciones, los ministerios, las entidades encargadas de las licencias ambientales y las firmas comerciales administradoras de los “Pagos por Servicios Ambientales”, para sembrar en lugares previamente “escogidos” vástagos, tallos de plantas similares e incluso algunos arbolitos tiernos que demorarán 10, 15 o 20 años para llegar a la adultez.


Es imposible compensar lo perdido con la emergencia que requiere esta crisis climática que se nos vino encima y acogota a La Ceja con sus islas de calor y sus precipitaciones incomparables con el pasado y seguramente también con el futuro que le espera a la generación presente y por nacer. “El mundo completa un año con récords de calor: mayo de 2024, el mes más caliente de la historia”, manifestó el 6 de junio la ONU.


¿El ecologismo de Cornare, dónde quedó?

Es absurdo como Cornare en sus informes señala que en los últimos 10 años no se presentan síntomas de deforestación en La Ceja, contra toda evidencia científica, académica y de sentido común. Confunde la forestación con los pastizales, por ejemplo, es decir, por el solo color verdecido que se mira desde sus drones. La vista de los habitantes de La Ceja no se engaña mirando todos los días los procesos de talar y descapotar en todas partes, desecamiento de humedales históricos en las zonas de expansión y la pérdida de afloraciones hídricas. Hay una leve esperanza de que esta corporación haga lo que por ley le corresponde que es proteger, sin dudarlo, las escasas áreas aún existentes en nuestra media y alta fronda arbolada y en la cima de los cerros del DRMI, ordenando la devolución de las hectáreas sonsacadas inexplicablemente mediante acuerdos espurios.

….


CORNARE archiva solicitud de licencia ambiental de Gravas la Colina

Como si nos hubiese escuchado, Cornare mediante la Resolución 02179 del 20 de junio de 2024 dio por terminado y archivó el trámite de la licencia ambiental para el desarrollo del proyecto minero de explotación denominado “Gravas La Colina”, amparado con el Contrato de Concesión Minera No. IG9-11351, en la vereda Las Lomitas, del municipio de La Ceja, en el Departamento de Antioquia. En consecuencia, se reintegran al DRMI las 17.97 hectáreas que habían sido sustraídas en el Acuerdo 414 de 2021 y deben incorporarse de nuevo al PBOT de La Ceja como “determinante ambiental”. Esta decisión es un avance, sin duda, debido a la resistencia conjunta de comunidades, organizaciones y activistas ambientales, que contaron con la solidaridad de la Alianza Internacional de Habitantes AIH Colombia y del Consejo Territorial de Planeación de La Ceja.


Se reincorporan 7.11 hectáreas de otro proyecto de cantera en El Carmen de Viboral

Igualmente, el pasado 31 de mayo la comunidad del oriente antioqueño ya había recibido complacida la decisión de Cornare de reincorporar al DRMI una extensión de 7.11 hectáreas en jurisdicción de la vereda La Chapa del municipio El Carmen de Viboral, las cuales habían sido sustraídas en el 2018 para darle paso a otra cantera dentro de un proyecto de concesión minera de 2009. El propietario no pudo cumplir con los requerimientos y desistió.


Colombia sin Inventario Forestal Nacional – IFN ad portas de la COP16

Es importante la orientación del Ministerio del Ambiente para que se implemente y actualice rápidamente el Inventario Forestal Nacional (IFN), dentro de los escenarios de Acción Climática y reducción de los GEI (gases de efecto invernadero). No obstante que en Colombia se cuenta con una extensión de bosques naturales equivalente a 60 millones de hectáreas (casi un 53% de su territorio), no existe “un sistema de medición, evaluación y monitoreo” para conocer el estado actual de las coberturas boscosas y calcular el impacto de la deforestación y la degradación de la biodiversidad. Aunque difiera de estos valores ecosistémicos en términos monetarios, son indispensables para tomar decisiones de contención. Ya conocemos la lógica de las administraciones municipales cuando excusan su inacción en que faltan estudios, no hay recursos para adelantarlos, etc., mientras siguen rodando la aplanadora de un ordenamiento territorial a imagen y semejanza de intereses particulares en desmedro del interés general de la población y del ambiente.


Por eso, el 14 de junio pasado en la Universidad Pontificia Bolivariana UPB en Medellín, se realizó el Encuentro Antioquia convocado por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible para la actualización del Plan de Acción de la Biodiversidad de Colombia, con miras a la COP16 en octubre en Cali. Se registró la participación del Movimiento por Aire Puro y Salud Pública, de la Alianza Internacional de Habitantes AIH Colombia y diversos colectivos sociales y ambientalistas, con aportes críticos frente a la biodiversidad, pese a lo insuficiente de este espacio por la formalización dirigida desde arriba. Las Corporaciones Regionales y algunos estamentos privados estuvieron centrados en los “neomercados” de los negocios que surgen a partir de los objetivos globales y nacionales bajo el sello de la “sustentabilidad ambiental”.


De acuerdo con los objetivos debatidos en la COP15 (reunión de partes del Convenio de la Biodiversidad Biológica de las Naciones Unidas celebrado en diciembre de 2022) y que se pretenden actualizar en la COP16, la biodiversidad terminará constreñida en un área máxima del 30% para ser protegida y conservada en todo el mundo. La experiencia de la realidad ambiental global nos muestra cómo inclusive estos estimativos son superados por la crisis climática y el calentamiento global y a tan reducida superficie la siguen catalogando dentro de intereses contables y financieros como “servicios ambientales”, no como santuarios de la vida.


Lo único que ética, política y socialmente hablando deben hacer los tomadores de decisiones es ampliar, extender, recuperar, conservar, proteger áreas determinadas ya por la ciencia como por los mismos cómputos de los traficantes del ambiente, dejándolas indemnes y totalmente libres, incluso del fementido “turismo ecológico” que quieren imponer, se deben dejar fuera del mercado y oponerse una gobernanza social y popular: “Hoy en día, la propia crisis energética no es sino un medio para experimentar nuevas formas de gobernanza y las medidas de excepción aparejadas. Aquello que la sacrosanta «transición ecológica» nos ofrece, como movilización cotidiana, no consiste, por supuesto, en una alternativa al desastre que está produciéndose, sino sólo en un intento de poner un remedio ilusorio a la debacle del cuerpo político.” (SER BOSQUES. Jean-Baptiste Vidalou, pág. 12).

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1 Comment


Buen ensayo, muy realista.

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